martes, 30 de septiembre de 2008

estas volando otra vez.


Apago la mecha
y beso lo que amo
vos me confesabas, nena
clavando mis manos.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

sylar.


esta noche nos juntamos en uno de los barcitos de la cañada con sylar.
capaz que viene ben, que anda medio bajón xq ya no puede volver a la isla.
si pinta, nos mandamos a pétalos.
hace un montón que no voy a pétalos.
es más, ni sé si está abriendo los miércoles.
pero bueno, de última lo abrimos a la fuerza. lo encaramos al viejo canoso y le pedimos el porrón más frio que tenga, en un vaso que no esté demasiado usado.
nos paramos frente a los teles a ver algun partido mientras charlamos de la vida, relojeando quién entra por la rampa.
estará todavía el gordo que pone música y tiene barba pero no bigote?
más vale que ponga los gardeles, once tiros y mal momento el gordo ese.
sino sylar se va a poner chivaso y bueno, nunca se sabe cómo puede terminar la noche.
hablando de pétalos, para mi los que entran y se sientan en la tribuna son unos giles que no valen un cospel troquelado. y los que están haciendo cola cuando uno sale son más pelmos todavía.
no así los que están sentados en la cañada. esos sí merecen mi respeto, el de ben y el de sylar. ni hablar los q paran en che pelu.
extraño pétalos.
extraño mi bar extraño.

martes, 23 de septiembre de 2008

simple.


Voy pensando y escribiendo algo simple que pasó
y contando de una lágrima que existe porque existe un corazón que percibe lo que no sabemos ver.
...
Me di cuenta de que canto por la gran necesidad
de entender que late para no olvidar.
...
maxi, siempre.

viernes, 12 de septiembre de 2008

un fenomeno, la chacha.


Íbamos llegando de a uno y nos sentábamos en los primeros escalones de la escalera que daba acceso a la platea dorada, que por aquellos años desembocaba en un humilde palco, pintado de blanco, muy parecido y apenas más grande que los refugios de colectivo interurbano, de esos que todavía pueden encontrarse en las banquinas de las rutas cordobesas.

Algunos, los que vivían más cerca, ya caían con los botines puestos y se los adivinaba antes de cruzar la puerta del escudo, culpa del ruido que provocaban los tapones besuqueándose con las veredas del barrio alberdi. En cambio yo llevaba mis fulvence en una bolsa de salto 96 que era anaranjada y que tenía una gomita negra, una especie de cable, con la cual se abría y cerraba la bolsa y que incluso servía para que te la pudieses colgar del hombro. Había olor a cancha. Olor a Belgrano.

Mientras esperábamos q lleguen todos, leíamos una y mil veces las plaquetas de bronce que estaban fijas en la pared saludando solemnemente por algún aniversario del club. Una era de las gallinas y nosotros jugábamos a quién acertaba de más lejos un buen escupitajo en la palabra “talleres”. Cada impacto era celebrado con palmas, gritos y hasta a veces, si se había escupido de muy lejos, un “es para vos, es para vos”.

Si te parabas de espalda a la Orgaz, frente a las escaleras en cuestión, a la izquierda te quedaba el antiguo buffet, oscura mezcla de verde botella y marrón madera, con fotos de grandes formaciones, banderines, y personajes más que pintorescos ligados a los piratas, la barra reconocida con ese nombre por recorrer las rutas argentinas siguiendo a Belgrano, quizás olvidándose involuntariamente de pagar algo en las paradas en estaciones de servicio o mercados de pueblo.

A la derecha había un pasillo al que en los días de partido sólo la prensa tenía acceso, ya que al fondo y a la izquierda del mismo, había una reja que daba a los vestuarios. El que logre pintar el dibujo con témpera celeste, advertirá que entonces los camarines estaban debajo de la escalera en la que sentados nos esperábamos, para ir juntos a entrenar al terreno del pasaje hualfin.
Cruzar esa reja era todo un desafío, un quiebre emocional que te permitía pisar las mismas baldosas que ellos, los de la primera, los q los sábados salían a defender la más grande de todas las camisetas.

Apenas entrabas a esa sala, veías una virgen muy grande. A la derecha, pared. Adelante, un consultorio médico y otro pasillo. A la izquierda, puerta de madera y vestuario local. Pegada la utilería. Después el vestuario visitante y al fondo el mítico túnel, el que más soñé en mi vida, el que te llevaba al césped de gigante.
Fa.

Algunos pasos adultos habrán asustado a mis compañeros, el día que quedé sólo frente a la Chacha. Nada menos que la Chacha, el ídolo que con una sonrisa me agarró del hombro cuando le pregunté si podía pasar con él al vestuario. Después de dejar su bolso en un banco medio roto, pasamos por al lado de la camilla de masajes y llegamos hasta la utilería, adonde el Ojito nos recibió con unos mates para él y una necesaria cara de malo para mi. No vaya a ser que el sagrado lugar se convierta en un chiquerío.
Repito la escena ciento de veces y sonrío cuando me respondo el porqué no le pedí a la Chacha una camiseta. Porque todo no se puede, y porque elegí pedirle “un gol el sábado, Chacha, eh”.
Uno más de los tantos, q coronaban gambetas, esfuerzo, garra, corazón.
Corazón.
El que él mismo mató disparándose, un 15 de septiembre del 93.

Te recuerdo, Chacha.
Y agradezco para siempre tu generosidad, al entrar por la derecha en el arco de la cervecería y clavarla junto al palo, con un remate cruzado, para dar vuelta un partido y treparte al alambrado de los piratas.

jueves, 11 de septiembre de 2008

tan triste, ves.


no estoy bien.
puede ser...
pero si me detengo, veré mi cadaver bajo mis pies.
y digo fuera de aquí.
y digo fuera dolor!
no quiero tenerte...

jueves, 4 de septiembre de 2008

mal momento en los parlantes.


El sol salió una vez más,
pero esta vez no fue igual.
Del cielo bajan angeles a prevenir

flores oscuras seran el sol por venir.
y en el lugar se oyó un disparo.
no, señor juez.
no sea formal.
sólo se durmió.