El mozo los miró mientras se acercaba y después de que le ordenaran una cerveza, retrucó con un pedido de documentos. Los menores de edad no deben emborracharse de amor, se decía a sí mismo intentando convencer a su conciencia mientras, dejando una seven up sobre la mesa, aportaba una dosis más de nerviosas cosquillas a la cita adolescente.
Ella tenía 17 de los de antes y él ya era mayor, tan sólo porque febrero vive pasando enero, cuando todavía falta una calle para llegar a abril.
Se subieron al ford ka, aquel que poquitos días antes había obedecido para que un carnet habilite al interesado a maniobrar el volante de las ilusiones más nobles. Vaya si eran jóvenes.
Algunos “te amo” en papel de carta esperaban ansiosos ser entregados para transmitir las sensaciones que supieron desahogarlo cuando las aguas no eran calmas.
Todavía respiraban gratis los aromas de un barrio poeta, cuando se sentaron en la vereda y hablaron (de todo un poco).
A la luna se la vió venir. Tweety salía de su jaula y Silvestre suspiraba. La China, seguro, leía a Cortázar o escuchaba a Silvio Rodriguez, sin apellido.
El auto miraba hacia el norte. Sobre el capot se apoyaron, más cerca del lado del conductor.
Se dieron un abrazo hermoso y, con las pulsaciones a mil, levantaron sus cabezas para darse el beso que les cambiaría la vida.
Después, inmediatamente, otro abrazo. El que trajo la certeza.
La que él tiene todos los días cuando se levanta a la mañana.
Ella tenía 17 de los de antes y él ya era mayor, tan sólo porque febrero vive pasando enero, cuando todavía falta una calle para llegar a abril.
Se subieron al ford ka, aquel que poquitos días antes había obedecido para que un carnet habilite al interesado a maniobrar el volante de las ilusiones más nobles. Vaya si eran jóvenes.
Algunos “te amo” en papel de carta esperaban ansiosos ser entregados para transmitir las sensaciones que supieron desahogarlo cuando las aguas no eran calmas.
Todavía respiraban gratis los aromas de un barrio poeta, cuando se sentaron en la vereda y hablaron (de todo un poco).
A la luna se la vió venir. Tweety salía de su jaula y Silvestre suspiraba. La China, seguro, leía a Cortázar o escuchaba a Silvio Rodriguez, sin apellido.
El auto miraba hacia el norte. Sobre el capot se apoyaron, más cerca del lado del conductor.
Se dieron un abrazo hermoso y, con las pulsaciones a mil, levantaron sus cabezas para darse el beso que les cambiaría la vida.
Después, inmediatamente, otro abrazo. El que trajo la certeza.
La que él tiene todos los días cuando se levanta a la mañana.
6 comentarios:
Ese ford ka que mencionas, es el mismo con el que me llevaste a ver a los Rugrats?
y el mismo con el que más de una vez te fui a buscar a la escuela primaria...
sisi, eso también me acuerdo.Cómo pasaron los años! Cuando me buscas por la facu en el Fox?
que te busque el ruludo ese, en un 206 deluxe y mangueado.
yo cumplo los años el 18 de febrero...de cada año!
besos!!!
vale
YO tambien!!! jajaja por eso lei lo que publicaron....que lindo!
Pau
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