lunes, 22 de octubre de 2007

la rara, rarísima noche del viernes. LO BUENO.


La introducción para la parte buena de esta historia, es igual a la del posteo anterior.

Lo que me pasó el viernes fue raro.
Lindo, feo. Muy feo y muy lindo.
Contradictorio.

Qué pasó el viernes?

Ya me había acostado. Es más, estaba dormido. Fastidioso, contrariado.

Y suena pacífico en mi celular, y mi hermana que me dice “venite ya, van a hacer 7 temas, conseguí que te hagan entrar”. Y yo que respondo que no, que gracias, que prefiero no ir.

Y la sensación de pensar que allá van a estar, tan cerca y tan lejos. Conmigo o sin mi, y que ese sentimiento feo por los ausentes me iba a amargar la noche yendo o no. Y mejor ir, quién te dice si me vuelvo con otra imagen.

Y lo llamo al mati y el mati que no se decide. Está lejos, está con el padre. Quiere y no quiere. Lo mismo que yo. Pero la moneda le cae para el otro lado y no viene.

Y de repente suena un raro comienzo de taxi boy.
el telón cae y ahí están los piojos, a dos metros de distancia. Y me bloqueo.
Ya no hay para mi nadie más que ellos y yo.
Estoy adelante y muy pero muy cerca de tavo. Y le muestro el tatuaje del brazo y tavo se sorprende, me hace un muy lindo gesto y una seña para avisarme que contara con su púa.

Y ya suena desde lejos, y ciro que se acerca, al lado, muy al lado mío. Y otra vez señalo mi brazo, y ciro que se acercá aún más y lee para adentro mi tatuaje, mientras canta. Y sonríe, y me mira y sonreímos. y sigue sonriendo y me señala. Y yo lo señalo. Y todo lo demás no es nada.

Bien pudo haber quedado ahí, pero ciro quiere reconocer la presencia de al menos un piojoso, entonces pide un aplauso “para el chico que tiene en el brazo un tatuaje muy bonito, que dice luz de marfil, vieron que ibamos a encontrar a algún piojoso?”

Y mi remera que dice “no me dejes olvidar esta canción”. Y ciro que me dice “viniste con toda la piojosidad encima… mirá pity… mirá esta remera” y yo que estoy bobo.

Muchas veces me había preguntado qué actitud tomaría si me tocara tener un contacto directo con los piojos. Yo me siento la persona menos cholula del mundo. De verdad y a pesar de querer contar esto que estoy contando. Y estoy bobo porque veo en ellos una actitud de valorar a un piojoso por el mero hecho de serlo. Bien pudo haberse quedado en un saludo al ver el tatuaje, pero tuvieron un gesto que me encantó.

Y pasan algunos temas y ciro pregunta si quieren más. Y remata con un “vengan mañana”. Y me encanta. Y dps un irónico “por si no lo sabían tocamos mañana en juniors” y de vuelta el gesto “a ver el piojoso…. Le vamos a preguntar… vas mañana?” y de nuevo ciro al lado mío poniéndome el micrófono y yo que me hago el gracioso y le digo que no sé, que depenede… que a qué hora era, que capaz que voy… y ciro que entiende la ironía y se ríe con la mejor.
Y el farolito, y el otro gesto de venir a buscarme y hacerme subir al escenario. Dos horas antes estaba durmiendo y de repente estaba charlando y tomando fernet con micky y con chango mientras ellos tocan.

Y minutos más tarde en un camarín, con un beso, un gracias por la onda, y un hasta la próxima.

El viernes fue la noche más rara e inesperada de mi vida.
En el lugar más isólito y desconocido, sentí un reconocimiento de los piojos a un piojoso.

Con la tremenda sensación de saber que muchos otros se la merecen tanto o más que yo.
Y ni siquiera pudieron verlos.

Yo creo que todos esos gestos fueron un consuelo para ambos.
Y me quedó la certeza que así como los piojosos necesitamos a los piojos, los piojos necesitaron un piojoso.
Y no nos quedó otra que disfrutar, queriendo que uno sea todos.