Lo primero que se me vino a la cabeza fue la imagen de mi familia.
Siempre que yo miraba a los jugadores profesionales por tele y escuchaba esa frase tan hecha, tan común, me fastidiaba y decía "qué pelotudo este guaso, podría pensar en minas en bola o en una parrilla llena de achuras, sin embargo piensa en la familia".
Pero ayer, que me tocó vivir ese instante de heroísmo, no pude evitar recordar a mis viejos regalándome los guantes más parecidos a los de javier sodero que puedieron encontrar en aquellas desulcidas tiendas de finales de los 80.
Diego y yo quedamos mano a mano en el epílogo de un partido bien jugado, desde el primer minuto. Eramos él y yo. Eramos él o yo.
El guitarrista delicado de "La Vieja", con el poder del balón y con el balón en su poder, enfrentándose al carismático bajista y líder indiscutido de la misma agrupación rockera, aquella que extasiaba a las multitudes belgranenses a finales de los 90.
Diego levantó su cabeza de contador, la misma que supo mover horizontalmente para rechazar los deseados labios de Erica.
Pensé en mirarlo a los ojos para distraerlo, pero no logré hacerlo.
Mi mirada se detuvo por un momento en la imagen de fondo, la que mostraba a mi equipo casi resignado por una posibilidad tan cierta de padecer el gol que lo acabara todo.
Habíamos levantado un 11 a 7 y una desconcentración estaba poniendo nuestro esfuerzo en una bolsa de basura.
El impacto del balón fue preciso.
Creo que los rivales no tienen nada que reprocharle al atacante.
Con el resultado en el bolsillo y la espectacular atajada en la cajita de mi recuerdos, volví a casa.
Y sí. pensé en mi familia.
Y en Javier Sodero, porsupuesto.
1 comentario:
el post del dia 07 de noviembre... emocionante...
Marina
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